Juan todo lo tenía, había crecido en un hogar abundante. Sin embargo su madre le había inculcado toda clase de valores. Ese 24 de diciembre Juan vio una familia de personas en la calle, posiblemente desplazados. Se veía que pasaban hambre. Sin pensarlo dos veces acudió a sus padres y les pidió por esta familia. Su padre los invitó a cenar y contactó al padre de la familia necesitada para tal vez gestionarle algún empleo. En esa familia había un chico de la edad de Juan, llamado Pedro. Jugaron toda la noche, se reconocieron en la simpleza humana de su infancia feliz.
Pedro, exitoso abogado, va los 24 de cada año a ayudar a personas en necesidad. Este año ha salido de su oficina poco después de mediodía, como cada año, recorriendo las calles del centro, sin pensar demasiado acerca de como va a brindar su ayuda. Un habitante de calle vomita en una esquina. Sus ojos inyectados de sangre escupen fuego y odio acumulado por años. Pedro se acerca cautelosamente a ofrecer su ayuda a este hombre. El otro saca rápidamente una navaja y amenaza a Pedro. Este, calmadamente saca su billetera y entrega todos sus billetes. El hombre mira fijamente por un segundo a Pedro y rápidamente se aleja. Alcanza a decirle - Váyase de este barrio y agradezca que no lo chuzo, porque hoy es Nochebuena. - Pedro se aleja inquieto. El otro hombre llora de rabia y tristeza; por un segundo sus ojos han reconocido al pequeño niño que ayudó años atrás, cuando su padre vivía, cuando no los habían despojado injustamente de lo suyo, cuando aún era el buen Juan.