Azul y verde
Azul y
verde. Azul profundo, incorrupto, impoluto, celeste, veraniego, lejano e
inaccesible, a la vez cotidiano e infaltable, azul de los mejores días de mis
primeros años, azul de mi madre al arrullarme en su regazo, tibieza de la
caricia de la abuela, azul del primer amor y de la primera rumba, azul de la
vez que me volé del colegio para jugar marcianitos,
azul de las lomas esas de bien al fondo del paisaje, cuyos picos parecían una
sierra irregular, azul del mar la primera vez que lo vi de frente, azul más
aún, cuando lo vi desde la ridícula ventanita del avión y solo había mar a todo
lo ancho del alcance de mi vista, azulito desteñido de los mapitas que pintaba
para Geografía, azulito provocador de la faldita de mis compañeras de clase,
azul definitivo y brillante, absoluto en su definición. No puedo recordar días
grises, porque ahora, hasta los días terribles esos en que llovía como si
alguien allá arriba hubiera vaciado de pronto una súbita cubeta sobre mi cabeza,
y caían rayos, y el sonido del trueno era lo más aterrador que yo hubiese
experimentado, y me tocaba acurrucarme en el sofacito de la sala, tapado con mi
cobija de lanita, también azul ella, buscando consuelo en algún librito de
cuentos de los Hermanos Grimm, aún esos días vienen hoy a mi memoria solamente
en azul.
Verde
inmenso, planicie inaprensible, verde pasto, verde oliva, verde caña, verde
hoja, verde árbol, verde palma, verde vida, verde de las iguanitas que se
alzaban en dos patas y atravesaban veloces el patio verde verde verde verdecito,
hacia el río, no río, riachuelo, lleno de arañitas, pescaditos, renacuajitos y
mil animalitos más, verde del tablero del salón, verde del continente de los
mismos mapitas de Geografía, verde delirante al bajar de la loma al valle,
verde alucinante de las piedras esas por las que tantos hombres y mujeres han
sucumbido, verdecito hermoso de los ojos de Dina, muertita ella antes aún de
empezar a vivir, verde furioso de la camiseta amada, verde la Loma de la Cruz,
explosión de verdes que eran la pura fuerza de la vida saliéndose del sol a lo
largo de todas esas llanuras, planicies y lomas, con todos esos arbolitos,
maticas, enredaderas, loritos, lagartijitas y sapitos. Ayer después de muchos
años, saqué una vieja caja de colores y me puse a pintar. Me salió un paisaje
del río, con esos árboles de nosotros y esas lomas que enmarcan el pensamiento
de cuando uno dice El Valle, y el
dichoso dibujito me quedó solo verde y azul.
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