viernes, 24 de febrero de 2012

AL BORDE DE MÍ (primera parte)

Todo empezó con un chisme, un simple cuento de pasillo, un rumor débil y etéreo que poco a poco fue tomando forma, fue adquiriendo personalidad propia, fue adquiriendo independencia, vida autónoma, cuerpo, volumen y conciencia. Un inocente rumor que se salió de sus propios límites y ahora anda por ahí como si fuera otro mas entre nosotros.

Aún tengo fresco en mi memoria el momento en que el mencionado chisme llegó a mis oídos. Jessica, la secretaria del juzgado adonde me había dirigido esa mañana a cumplir con una diligencia de lo mas sosa y anodina del mundo, me miró como quien acaba de ver un fantasma: ¡Ay doctor, tiempo sin verlo! ¿Se encuentra usted bien? Por supuesto- le respondí, tal vez muy rígidamente- A que le debo esa pregunta, señorita González, así como tan formal, como tan preocupada, como si me hubiera pasado algo?

Pues doctor, no me lo va a creer, pero es que como usted no venía por acá desde hace un par de meses…

Ajá- le dije- pero eso no tiene nada de raro. En una época no tuve ninguna diligencia en este juzgado durante nueve meses y nadie me extrañó.

Pues doctor- prosiguió ella- lo que pasa es que como han dicho tantas cosas acerca de usted… ¿Qué cosas? –Pregunté- Cuénteme exactamente que es lo que se dice de mí.

Me imagino que la cara de confianza que tenía en ese momento tenía que ser bastante elocuente, tenía que emanar autosuficiencia y todo lo que hasta en ese momento había sido la constante de mi vida: un continuo camino en ascenso hacia el éxito personal y profesional. De manera tal que ella se sonrío y asumió que seguíamos hablando en el tono ligero del cotilleo y el cotorreo de pasillo de oficina de ciudad fría de lunes después de vacaciones.

Verá, doctor, lo que pasa es que andan vapuleando su nombre por allá en el sur de la ciudad. ¡¿Cómo es eso posible?! Exclamé por primera vez algo alarmado. No doctor, no se preocupe- continuó Jessica- Lo que pasa es que por allá por el sur hay un señor de esos que se suben a pedir plata y hecha una retahíla en la que lo menciona a usted…

Y la retahíla ¿es…?

¿Han experimentado alguna vez esa sensación inminente en la que están seguros que el momento que está sucediendo es un instante especial en la vida y que de una manera u otra, define lo que sucederá a continuación? Como cuando uno llega a una esquina y debe decidir si cruza la esquina o sigue derecho. Y lo usual es que cuando esa sensación llega, uno escasamente la reconoce y de pronto ya se ha ido y uno no supo si logró decidir, se dejó llevar, si tomó la decisión correcta, si no la tomó, si debería haberle huido a ese momento o debería haberlo enfrentado. Pues bueno, cuando le pregunté a Jessica acerca de la dichosa retahíla, tuve esa sensación y solo mucho tiempo después supe que debería haberlo dejado pasar, no debería haber seguido preguntando.

Jessica González tomó una gran bocanada de aire, una inusualmente grande como para continuar chismeando intrascendentemente, me miró fija y largamente y entonces se echó a reír. ¡Ay doctor, perdóneme! Es que me acuerdo de la retahíla, lo veo aquí de frente y simplemente no puedo evitarlo…

¡Ya, Jessica, por favor, suéltelo de una buena vez!

Si doctor, que pena… Verá, el dichoso hombre éste, es como medio mono, pálido, ojiazul, pero para nada tiene pinta, verá, está todo como llevado, como carcomido por dentro, llega y se sube a los buses y empieza a pedir limosna, diciendo que es un drogadicto en rehabilitación, si mal no estoy, lo que el dice es más o menos Señoras y señores me da pena venir a quitarles un poco de su valioso tiempo Pero es que no me queda otra salida, ustedes comprenderán, soy un hombre abandonado de Dios y de la fortuna, pero yo mismo me he labrado mi propio destino gracias a las malas decisiones que tomé a lo largo de todo este tiempo Verán yo era profesional, sí, no se rían, yo fui a la Universidad y me gradué, ejercí durante un tiempo, pero luego el dinero, las malas amistades, la rumba, el vicio, me llevaron por el lado equivocado Yo he tocado fondo, he estado en lo más bajo de la condición humana y he estado tratando de salir nuevamente adelante, por eso vengo a ofrecerles estos collarcitos y estas manijitas que hacemos ahí en el Centro de Rehabilitación, que no son para comprar mas vicio ni son para sostenerme yo, son para ayudar a otros que como mi persona quieren volver a serle útiles a la sociedad, no quiero que me pase como al doctor Jaime Elías Bonagrossa, el reconocido abogado que trabaja en Borges, Etchenique, Uticoxea y Asociados, la prestigiosa oficina que le lleva los casos a toda la gente importante de este país Les cuento que yo ingresé a la rehabilitación con el mencionado doctor Bonagrossa, el cual al igual que yo había sido víctima de los excesos de una vida extremadamente exitosa, pero mientras yo trataba de salir adelante, el no, no quiso mejorarse, no lo logró, fue hundiéndose cada vez mas… Con decirles que hace mas de tres meses que ya no despacha en su oficina, lo echaron de la compañía, uno se lo encuentra y no lo reconoce, está, como se dice, en la inmunda, completamente llevado, en la olla Y todo comenzó porque yendo de visita donde su mamá en Bucaramanga tuvieron un accidente en el carro y su hijo menor se le salió del carro y se le mató, imagínense, el pobre hombre no pudo superar la pena Yo les pido me colaboren, yo no quiero volver a caer en esa miseria bla bla bla bla bla… Y así seguía, doctor Bonagrossa, con una carreta tan convincente que cuando yo lo escuché me quedé toda de una sola pieza, boquiabierta, yo que lo conozco desde que usted iba a la Universidad no me lo podía creer, así que me puse a averiguar y otras personas también habían escuchado el chisme, palabras mas, palabras menos, en otros buses, siempre en las rutas del sur, siempre en boca de adictos en proceso de rehabilitación, todos decían que  lo conocían, que habían compartido con usted en el Centro de Rehabilitación, que usted no se había superado…

De pronto se quedó muda. Creo que mi cara fue la que la obligó a callar. Después me contó que yo me había puesto pálido, desencajado, verde, a punto de desmayarme. Ella me llevó aparte y me senté al fondo del despacho de la Secretaría del Juzgado. Poco rato después, cuando me hube recobrado y me había tomado un buen vaso con agua fría, fui retornando a mis cinco sentidos, me fui recobrando, regresé al mundo de los vivos.

Señorita González – fue lo primero que se me ocurrió decir – Ese hombre del que usted habla, ¿Dijo quien es, como se llama, donde lo puede uno conseguir? No doctor, que pena – dijo ella – realmente en ese momento uno no cae en cuenta de esas cosas.

Tenía razón. Pensé un poco y decidí dar por zanjado el asunto riéndome con naturalidad y asegurándole que mi familia estaba bien, que ningún hijo mío había muerto en ningún accidente Además usted sabe muy bien que mi mamá vive en Barranquilla y no en Bucaramanga – rematé – Le aseguro Jessica, que estoy mejor que nunca y que nada malo me ha sucedido.

Ella sonrió satisfecha y confiada. Yo olvidé el asunto que me había llevado esa mañana al Juzgado y me fui para mi casa.



La idea de tener una personalidad única e independiente es inherente al ser humano, es básica, es lógica, es irrefutable. Lo que me sucede a mí solo puede haberme sucedido a mi, no hay manera que le suceda a alguien más. No existe manera que otra persona comparta mis recuerdos y mis experiencias. Dicen que los bebés recién nacidos, antes de comprender la división entre el mundo exterior y su propio mundo interno creen, por ejemplo, que su mamá hace parte de ellos mismos, por lo cual piensan que ella debe automáticamente saber que es lo que ellos necesitan y por lo tanto, sus necesidades deben ser de inmediato satisfechas. Unos meses después, cuando la mamá los deja solos por un rato en la habitación, lloran desconsoladamente porque creen que ella no va a volver. Poco a poco van dándose cuenta que ella es un ser independiente, ajeno, que actúa por voluntad propia y no por la de ellos. Es fundamental, rotundo y temprano el hecho de adquirir esa conciencia de individualidad.

Es impensable e ilógico aceptar que otra persona tenga acceso a tus recuerdos, a tus memorias, a tus pensamientos más íntimos.

Pero… ¿Y si eso no fuera tan rotundo como usualmente lo aceptamos?

La idea se implantó en mi mente inicialmente de de manera tenue, imperceptible, inadvertida. Poco a poco echó raíz en el subconsciente, un pequeño tallo emergió en la superficie, fue creciendo, buscando el sol, una pequeña hoja surgió del tallo, luego otra, luego toda una rama. Como cuando está en el colegio y hace el experimento con los frijolitos, para ver como van creciendo.

Una mañana me levanté con la certeza que alguien más estaba viviendo mi vida.



No lo relacioné con el incidente de Jessica sino hasta varias semanas después.

La gente se me quedaba mirando en la calle, a lo lejos, en los amplios pasillos a la entrada del Nemqueteba, en los ascensores, en el portal del Transmilenio. Un buen día Andrés se me acercó, es un colega mío, me llevó aparte y me dijo algo así como Hermanito, no se deje ver tan llevado por ahí, después no le creen que usted sea todo un  “dotor” – y se rió de manera un tanto socarrona – Lo que soy yo, no te he visto y si te vi ya ni me acuerdo, como dijo la canción.

Me quedé con la boca abierta, sin articular palabra. El se fue convencido que mi asombro se debía a saberme descubierto en malos pasos. ¡Pero si yo soy el tipo más cuadriculado del mundo!

No hubiera relacionado el comentario de Andrés con el de Jessica, de no ser por una conversación casual que escuché en un restaurante al que había ido a cenar con mi esposa. Mientras ella se dirigía al baño, me entretuve mirando a las mesas cercanas. En eso capté un fragmento de conversación que decía aproximadamente - … sinceramente, Gabrielito, jamás hubiera creído que el tal Bonagrossa fuese capaz de caer tan bajo. Mira que dejarse ver en el Bronx al amanecer, completamente borracho, o drogado… - Entonces es verdad lo que dice el tipo que pide plata en los buses – contestó el otro – Que el conocido abogado está en la inmunda…

Sentí el impulso de callarlos de un grito, de decirles ¡Hey, aquí estoy yo! ¡Están hablando de otro tipo, no de mí! Pero esa frase en lugar de salir de mis labios se agarrotó en mi cerebro y me dejó congelado con una certeza absoluta: ¡alguien estaba usando mi nombre para su propio beneficio! ¡Alguien me estaba suplantando!

No podía concebir quién podría estar detrás de semejante absurdo, con qué motivo ni en busca de qué insondable objetivo. Alguien quería perjudicar mi imagen y no tenía la menor idea del por qué ni para qué.

Claro, en mi trabajo puede ganarse enemigos, pero semejante conspiración… Sinceramente no me cabía en la cabeza. La siguiente semana no existe mucho en mi memoria, pues solamente recuerdo haberme dedicado a tratar de descifrar este rompecabezas. Finalmente supe que la única pista que tenía era encontrar al hombre que mendigaba en el bus para averiguar de donde conocía mi identidad y a cuento de qué usaba mi nombre en su beneficio. Y quien era en realidad el adicto detrás de todo esto, que se hacía pasar por mí.  Así que dediqué varios días a tomar diferentes rutas de buses que recorren el sur de la ciudad… Como dije inicialmente, he debido dejarlo pasar.

DIALOGOS 1

Discurre la tibia y apacible tarde de mayo. Los oblicuos rayos calientan apenas las hojas en su promesa estival. Lentamente discurren en plácido diálogo los dos eternos Amigos por el Bulevar de la Alameda. Tan solo la tenue brisa al impulsar algunas prematuramente marchitas hojas se atreve a romper el silencio del paraje. Meditabundo, el anciano marcha a paso lento, como si sus pies saborearan cada motilla de polvo que pisaran, mientras su más cercano amigo, el más íntimo, el de toda la vida, sigue al milímetro su caminar y, a fuerza de conocerlo, el curso de sus pensamientos.

Más no debes llamarte al equívoco, desprevenido testigo de este acto, no debes situarte en parajes ni tiempos remotos, pues las personas aquí mencionadas, viven más próximas a ti de lo que inicialmente hubieras calculado; prueba de ello es el diálogo, del cuál alguno que otro fragmento logra traspasar el nítido aire  y la distancia hasta ti.

-          Más que contar historias por el hecho de poner en evidencia algún suceso acaecido, creo que te gusta usarlas para viajar al fondo de tu propio ser. Deseas ver, aunque no necesariamente te propongas comprender, por qué las personas se comportan de la manera que lo hacen. Estoy en lo cierto respecto a tu gusto por la narrativa? Es en realidad así como yo digo? Y si es así, por qué lo haces?

Tras algunos segundos que parecen eternos, después de avanzar tres o cuatro pasos más, el anciano se detiene cavilando. Una peregrina sonrisa ilumina tal vez su rostro por menos de un segundo. Como si de un gran esfuerzo físico se tratara, decide finalmente hilvanar una frase, luego otra, y otra, y habla como midiendo cada palabra, como si en verdad conociese el verdadero y real peso de los pensamientos que, una vez decidido el crucial paso, evolucionan allende el cerebro en forma sonoramente articulada.

-          Mira, intentaré explicarme a través de una historia de la cual fui cercano testigo en años que se me hacen tan lejanos ya, que su nomenclatura es vano mencionar. Es más, juraría que tu también estuviste presente, pero mi memoria flaquea ya, y no aseveraría categóricamente tu presencia en aquel sitio; me sabrás disculpar. Lo que si es cierto, es que los hechos fueron así: cuando éramos pelados, dos compañeros de nuestra clase, ardiendo en plena vorágine de hormonal adolescencia, se dieron a competir por el amor de una jovenzuela, monita ella, con rostro de muñeca angelical, pero cuerpo contundente, en plena expresión de una femineidad prometedoramente arrolladora. Ella, consciente de la competencia en pos de ella establecida, animaba de manera indecisa, halagada, satisfecha, engreída, a cada uno de los dos. Le dedicaba igual cantidad de tiempo a cada uno y se regocijaba genuinamente en cada encuentro separado con el competidor de turno.

-          A pesar de haber crecido juntos en el mismo colegio, y al hecho de ser vecinos, con familias allegadas la una de la otra, no podían ser los dos muchachos más diferentes el uno del otro: Por un lado, nuestro primer prospecto, al cual denominaremos conveniente y arbitrariamente H, era alto, desarrollado para su edad, musculoso, de faz un poco tosca, casi fea, hábil para los deportes y el baile, poseedor de una prosa fluida, envolvedora e hipnotizante, sagaz a la hora de sacar partido de las fallas y los defectos de los demás, rápido y agudo para la burla cruel. La sabía divertir sobremanera a ella y en cada fiesta de fin de semana gozaban de lo lindo. El mancito era conocido y popular en todos lados. Y como si fuera poco, no le iba mal con las calificaciones.

-          Nuestro segundo protagonista, al que llamaremos M, era alto y extremadamente delgado, con su hermosa y resplandeciente cara de niño aún, ojos grandes, oscuros y profundamente expresivos, al punto de no necesitar hablar en momentos emotivos; aunque era ya un hombre, aparentaba ser mucho menor de lo que en realidad era. Retraído y tímido en principio, era sin embargo también conocido por todos, por su mente aguda y sus brillantes notas. Sin ser pedante alardeaba de ser “vago”, pues ciertamente no era aplicado; frecuentaba a las peores raleas de la clase (se los había comprado mediante ingeniosos métodos de copia en los exámenes), poseía un dominio de la ironía que escapaba a la comprensión de sus coetáneos, hasta el punto de permitirse degradar a los más matones impunemente, en pleno recreo. Le hacía pasar momentos felices a ella y estimulaba continuamente su ser con sus historias fantásticas.

-           A pesar de conocer la competencia, ninguno de los dos muchachos se agredía directamente, o trataba de obtener beneficios ante la chica mediante la degradación del otro; al fin y al cabo se habían criado juntos y se estimaban. Me creerás si te digo que a la chica se le planteaba una muy difícil elección, o tal vez opinas diferente?

-          Puesto en esos términos, debo coincidir contigo que, al comparar sus posibilidades y teniendo en cuenta su edad en aquella época, en verdad se planteaba como una cuestión harto difícil a la pobre (o afortunada?) chica. De manera pues, con cuál se quedó ella?

-          Qué pensás vos? O, que hubieras pensado si hubieras sido ella en esa época?
-          Pues...

La respuesta vaciló en el aire por algunos instantes. El silbido que había dejado la laringe del Amigo se fue haciendo tenue hasta desaparecer. Dos ardillas, indiferentes al momento, iniciaron sus espúreas tareas de recolección de alimentos en un almendro cercano. La mirada del Amigo intentó hurgar en la bruma del pasado para encontrar la memoria de los hechos. Al no lograrlo decidió responder por el camino del sentido común. Carraspeó algo indeciso y finalmente esbozó una tímida proposición:

-          ...Me imagino que finalmente se decidió por H, como has llamado al atlético. Al fin y al cabo a esa edad la apariencia y la popularidad son fundamentales.

-          Pues fíjate que te equivocas...

-          No puede ser, entonces se quedó con el “cerebrito”?

-          Bueno, en realidad no sucedió exactamente así...

Los ojos del anciano brillaron por un milisegundo al regresar a aquellos días y recuperar por un instante fugaz la juventud perdida, la inexperiencia y la pujanza de esa época. La pálida sonrisa de su rostro se hizo fuerte y por un momento borró las demás arrugas de su rostro. Un transeúnte desprevenido incluso juraría haber visto a aquel anciano erguirse sobre su columna macilenta y arqueada.

Prosiguió:

-          Tras tres semanas de continua lucha interna, por fin la chica se decidió – y en este punto el Anciano se permitió una breve carcajada-  ¡¡¡Pero por el traquetico del barrio!!! Sí, un fulano ocho años mayor que ella, pelo en pecho, cristo de oro y tremenda 4X4. El resto de la historiecita de ella, su tragedia, el vértigo de la vida de esos años, su futurito malogrado, su viudez prematura y su huida hacia el oscuro anonimato no son más que otro ejemplo corriente de aquel tiempo, el pan de cada día de otrora sociedad.

-          Pero, pero, pero... ¡no entiendo!, ¿para qué carajos me contaste toda esta historia?

-          Ajá m`hijo, ¿en qué estamos? ¿Cómo más querés vos que me acerque a la idiosincrasia de las gente de esa época? ¿No sos vos finalmente al que le gusta decir que mi objetivo es entender a la gente? ¿Quién te entiende a vos a todas estas?

El Amigo, indeciso, calló. Más tarde en casa, intentaría de nuevo entender el mensaje velado de ese viejo marrullero. Continuaron lado a lado, con el paso lento del que ya caminó todo sobre esta insignificante tierra. El sol algo más bajo, la brisa tenue, la Alameda silenciosa.

martes, 21 de febrero de 2012

DIA DE LLUVIA

El frío espectral de esta mañana se ha concentrado contra la ventana del panorámico. Como si de pequeños seres animados se tratara, las gotitas de neblina se condensan en la superficie externa del vidrio, se juntan, se unen y forman gotas que lentamente se van escurriendo por el plano inclinado. Daltrey grita mientras su mente sale fuera, fuera de su cerebro, fuera de su cerebro en el tren. Hace mucho tiempo que la sensación térmica no penetraba tanto en la carne, infiltrando los tejidos profundos hasta el hueso. La mirada carente de esperanza se levanta hacia el cielo. Bono aconseja dejarlo atrás, debes dejarlo atrás. El dosel celeste está cubierto hasta el último milímetro cúbico por un remolino ominoso de nubes cargadas de presagios insondables. El corazón se oprime y no sabes si es por el clima o por la reciente despedida. Ella tiene un tiquete para irse, dice John, no sé porque se va tan alto. Se siente como la presión barométrica baja. El mundo sucumbe ante el embate de los elementos. Los animalitos se resguardan, la última hoja cae en una suerte de animación suspendida, mediante un efecto visual que se antoja algo antinatural. La gota vaporosa que tomó cuerpo en el estrato etéreo donde se forma la aurora se te acaba de filtrar a través del párpado. Idol te aconseja que no olvides lo joven que eres, en una noche ardiente de verano. Niegas, pues el tráfico ha colapsado. Luz roja, mañana gris, dice Bono de nuevo, y te das cuenta que has colapsado al igual que el tráfico. Hace 15 minutos no te mueves y tus pensamientos se fueron lejos con los recuerdos de la que se ha marchado. No puedes más que desearle suerte en la distancia, suspirar y resignarte a que el atasco se disuelva. Llueve en la ciudad, John ya lo sabía, cuando la lluvia llega ellos corren y esconden sus cabezas, pero todos hablan y nadie dice nada, pues hay nazis debajo de la escalera.
Nadie te dijo que iba a haber días así. Y la lluvia externa se mezcla con tu tormenta interna de tristeza.
Solo te queda esperar que el tráfico se desatasque. Y para colmo Daltrey sentencia: deseo morir antes de envejecer. Nada que hacer. Nadie te dijo que iba a haber días así, tan peculiares. Te mueves un par de metros y despiertas. Life goes on, obladi oblada. Sonríes, le deseas suerte a la distancia y te vas. Good day sunshine, termina Paul.