Hoy me levanté al revés. Eran las 9:30 pm y entonces me di cuenta de estar realmente muy cansado. Me dirigí al baño y mientras los fluidos regresaban a mi cuerpo pensé que me sentía realmente extraño. Abrí la llave del lavabo y con el cepillo de dientes cuidadosamente recogí la crema dispersa que fue apareciendo y dejé sobre los dientes los residuos de la comida. Regresé al cuarto, me puse la ropa y encendí el televisor para ver la novela de fin a principio. Bajé al primer piso y sentándome a la mesa fui devolviendo la comida y saboreándola, bocado a bocado, la fui poniendo en el plato. Tomé las llaves del auto, saludé a todos en casa y me fui al trabajo. Pasé toda la tarde en la Clínica operando a un paciente y con toda la delicadeza del caso introduje fragmento a fragmento el tumor cerebral en su cabeza y le retiré la herida quirúrgica, dejándole la piel intacta. Fui a la cafetería de la clínica a devolver el almuerzo. A esta altura del día, ir hacia atrás ya me parecía lo más normal del mundo, casi no me lo cuestionaba.
Mientras el sol regresaba a oriente en la mañana fui recibiendo a mis pacientes de la consulta, que venían a devolverme las fórmulas mientras yo los des examinaba y les devolvía sus quejas. Siendo tarde ya, a las 6:30 de la mañana regresé a mi casa, me despedí de mis hijos y me quité la ropa, metiéndome a la ducha, mientras el agua que salía del sifón recorría mi cuerpo hacia arriba y me devolvía el sudor de la próxima noche del día anterior. Me puse la pijama y me metí a la cama completamente descansado y feliz, pues me di cuenta que solo me faltaban 32 años para regresar a mi adolescencia.