Cómo olvidar ese inquietante despertar a las 3:00 am del 4 de septiembre de 2006. Dormía de manera plácida y profunda. ¿Todo en la vida estaba resuelto, o eso creía? Amanecía un lunes normal, tenía una cirugía programada a las 7 de la mañana. Mi hora normal de despertar era a las 5 de la madrugada, para tener el suficiente tiempo de salir del mundo onírico y enfrentar la cotidianidad. De pronto, en medio del sueño, supe con certeza que alguien me miraba fijamente. Como cuando uno siente esas cosquillas en la nuca, o evoca un espasmo de calor tenue sobre las mejillas. Escuché mi nombre. Me incorporé de un salto. La imagen no podía ser más sorprendente: un remolino o vórtice de luz azul clara ocupaba el sitio donde normalmente estaba la TV. De la mitad de esa vorágine de luz, mi propia cabeza asomaba: - Fíjate en la mujer con el Gran Danés! – decía. Lo repitió dos veces y desapareció. No puedo explicar la sensación de desasosiego que me invadió tras recibir un consejo tan extraño, de parte de mí mismo. Con una sensación de frío incontrolable esperé a las 5 a.m. para finalmente levantarme. Rutina matutina normal. Alistar los hijos, desayunar corriendo, correr al auto, conducir al trabajo. Volver al mundo real. Prácticamente había olvidado el extraño suceso, o tal vez pensaba que lo soñé. Eso debe ser: soñé que despertaba y me veía en un vórtice de luz. Y entonces la vi. La mujer llevaba un Gran Danés adulto, forcejeaba con él. Frené en seco y me quedé mirándola, con el corazón desbocado, impotente para impedir la mala hora que estaba a punto de sucederle a esta desconocida. El perro jalonaba su traílla sin cesar.
Súbitamente escuché el ensordecedor chillido, el impacto y luego la masa de latas retorcidas que pasó como una exhalación justo delante del panorámico del auto. Y como quien sigue en un sueño dentro de otro sueño en el cual despierto y veo toda la película, miro los ojos aterrados del conductor del auto que acaba de estrellarse, con las pupilas dilatadas, la mirada vacía y sé a ciencia cierta que ese hubiera sido yo, de no detenerme para fijarme en la mujer con el Gran Danés.
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