lunes, 12 de noviembre de 2018

RELATOS CORTOS 5: UN ENCUENTRO CASUAL

Sucedió hace un par de meses; tuve que ir a Cali a finiquitar algunos compromisos de índole legal y me dio por pasar por la casa donde crecí, casa que hasta hace poco estuvo en manos de nuestra familia, pero que ya se vendió. Quise darle una última mirada pues supe que van a demolerla. Estacioné en la acera del frente y al momento de bajarme del carro sentí una suerte de escalofrío, o como si una corriente extraña hubiera atravesado mi cuerpo. Mire alrededor y prácticamente nada había cambiado, el panorama era el mismo que guardaba en mi memoria. Siguiendo un súbito impulso toqué en la puerta. Apenas abrió, lo reconocí: era mi yo de 14 años. Lo supe porque tenía aun una lesión en el labio inferior derecho en proceso de curación, que no he olvidado. Vestía una camisa polo color crema con dos rayas café a lo largo de cada manga y unos jeans anchos y gastados. Recordaba esa ropa a la perfección. Sentí un vacío en el estómago y las piernas me flaquearon. Él me miró entre asombrado y divertido. - ¿Qué se le ofrece?- me preguntó.
-Solo quería ver la casa una vez más - le dije. -Pero no entiendo cómo vine a parar acá. 
- ¿Y eso? - preguntó- ¿Vivió usted antes aquí? Yo llevo 11 años viviendo en esta casa.
-Lo sé - le dije - Yo viví aquí hasta que cumplí 18. Y ya casi cumplo 50. ¿Sabes? Pienso que tenemos varias cosas en común. 
Conversamos durante casi dos horas, sentados en el andén de la casa. Nos entendimos a la perfección. Reímos mucho. Me contó de algunas dudas que él tenía en ese momento de su vida. Sé que él era muy tímido a esa edad. ¡Pensé que era el momento ideal para darle muchos consejos y contarle las decisiones justas que debía tomar en momentos claves de la vida! ¡Podía hacerlo exitoso inmediatamente! ¡Podía cambiar toda mi propia vida! 
Luego reflexioné acerca de todo lo que he hecho con mi propia vida, en todo lo bueno y en los errores cometidos. Supe que con solo cambiar un detalle ya mi vida no sería nada de lo que ha sido. Mi silencio fue elocuente durante más de dos minutos.
-Es tarde - le dije finalmente- debo ir hasta el Aeropuerto, porque viajo a Bogotá, donde vivo. Muchas gracias por compartir este rato conmigo. 
-Te vas y no me dijiste tu nombre.
-No importa, solo soy un señor que vivió aquí hace 32 años. Esta casa es muy vieja. 
Sin embargo me di la vuelta y le dije – A pesar de eso, intuyo que aun disfrutarás esta casa por un buen tiempo - y le guiñé un ojo.
Sonrió y cerró la puerta, feliz. Creo que yo iba más feliz aun, de haberme reencontrado conmigo mismo de una manera tan extraña y a la vez tan genuina. Al subirme al carro nuevamente sentí como esa corriente extraña que me recorrió todo mi cuerpo. Miré a lo largo de la calle. Prácticamente nada había cambiado.

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