domingo, 22 de marzo de 2020

LA CAJA (Capítulo 1: La caja)

La caja apareció en medio de un estropicio de cosas viejas y detritos maltrechos, como si fueran los restos finales de un antiguo naufragio, de un desastre de épicas proporciones.
Me sorprendió mucho verla ahí. Hacía ya tanto tiempo que la daba por perdida, que ni siquiera recordaba cuando era que había dejado de echarla de menos.

Hice una pausa para rememorar.

Tal vez dejé de pensar en ella al final de la revolución supina que supone una mudanza, la que se constata ha finalizado cuando por fin aterrizamos y nos sentimos cómodos en la nueva casa. De este suceso habían pasado ya casi diez años.

No dejó de parecerme curioso el hecho de haber olvidado la caja durante una mudanza y venir a encontrarla justo ahora, cuando debido a unas circunstancias completamente diferentes a aquellas, me disponía a iniciar una nueva mudanza.

La casa aún parecía nueva. Su diseño todavía se veía contemporáneo; los amplios y angulados espacios del piso superior iluminados por la luz de la mañana sabanera daban no solo una sensación de limpieza, sino una especie de aura clara, como si el mundo aun fuera joven y juguetón, igual que el cachorrito de Schnauzer sal y pimienta de los vecinos de la casa de al lado, que no hace más que ladrar con su aguda vocecita y brincar por todos lados desde que llegó. Los dos chicos del vecino, de 7 y 10 años respectivamente, están felices con el animalito, no se cambian por nadie. Los miro y recuerdo mi propia infancia, cuando una mascotica era lo mejor que me podía pasar.
Y, sin embargo, del rincón de las cosas olvidadas y desechadas, en la esquina más lejana de aquel tercer piso, adonde me dirigí sin aparente motivo real, a revolcar y remover objetos, despertándolos de su ya perenne sueño, durante la búsqueda absurda de una llave perdida que me diera acceso a aquello que mi memoria aún no acertaba concretar qué era; no lo podría decir. ¿Un libro, tal vez? ¿De pronto un álbum de fotos, o algún objeto con cualquier significado especial de años pretéritos?

En el frenesí de la búsqueda de algo que ni siquiera se sabe bien qué es, ni en que preciso sitio se puede llegar a encontrar, ¿lo perdido era el objeto en cuestión, o era mi propia mente, en semejante estado de agitación y desconcierto?

Allí emergió ella.

Fue imposible ver la escena completa sin evocar la imagen de un naufragio. Todos los restos de una vida ya pasada, regados en un caos heterogéneo de retazos de años gastados y alegrías olvidadas. En medio de semejante marea, la caja.

No era la caja lo que yo había ido a buscar al depósito del tercer piso, pero al verla salir a flote, supe inmediatamente que era la caja, la que me estaba buscando a mí.

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