martes, 24 de marzo de 2020

LA CAJA (Capítulo 3: Espacios vacíos)



Encontrar a la caja emergiendo entre el desorden me hizo comprender que el naufragio no era el de las cosas  olvidadas, sino el naufragio de mi propia vida.  No pude evitar mirar hacia atrás, hacia los últimos dos años de mi vida, al tiempo que recorría de nuevo la casa hacia arriba y hacia abajo. 

Había espacios vacíos obvios de donde había estado sacando mis cosas durante esta inesperada mudanza y encontraba que cada espacio de estos se correspondía con espacios vacíos dentro de mi propia vida. Miré a Julia. Estaba sentada en el borde de nuestra cama, mirando hacia la inmensidad a través del amplio ventanal, mirando hacia el horizonte enmarcado en las montañas que daban forma a nuestro paisaje. 

Pasé silencioso frente a la puerta de la habitación. Hubiera entrado a preguntarle a ella Y ahora que usaremos para llenar los espacios vacíos donde antes solíamos hablar Cómo debo llenar los lugares finales. Y de nuevo volviendo a la imagen del naufragio es obvio, no es la vida entera la que naufraga, solo es nuestra vida en común, deseaba enfrentarla y preguntarle de nuevo Y ahora con qué debo llenar los espacios vacíos donde las olas de hambre rugen Vamos a salir entre este mar de caras en busca de más éxito o de más reconocimiento Vamos a remediarlo comprando una guitarra nueva o un auto más poderoso Vamos a trabajar toda la noche Vamos a pelear, vamos a dejar las luces encendidas o a lanzarnos bombas o a contraer enfermedades Vamos a enterrar nuestros huesos Vamos a romper la casa Quieres que te envíe flores por teléfono o que me entregue a la bebida Vamos al psiquiatra, renunciemos a la carne Entrenemos personas para que sean nuestras mascotas No durmamos Corramos una carrera de ratas Entrenemos al perro cachorro del vecino Saquemos el dinero del banco, llenemos el tercer piso con él Enterremos el tesoro Almacenemos el ocio Pero resolvamos esto o terminémoslo En ningún momento nos relajemos Ya no nos apoyamos el uno contra el otro

Me quedé mirando a Julia intensamente. No me miró.  
Las preguntas que quería formularle se me hacían conocidas de alguna parte, no supe bien de donde me venía la idea, igual no supe si me la imaginé en el momento o la había leído en algún lado o tal vez se la habría escuchado a algún conocido.

Ella seguía mirando al infinito, al más vacío de todos los espacios, pero me imaginé que miraba más bien al fondo de su alma, al fondo de sus secretos más íntimos, quien sabe si aquel espacio estuviera vacío también.

Bajé al primer piso, donde el espacio normal de la antesala, amplio y acogedor, se está llenando lentamente de cajas mal armadas, maletas sobrecargadas, documentos desordenados, cajones desocupados aceleradamente, recuerdos inexactos, guitarras destempladas y uno que otro marco con fotos de tiempos imprecisos.

Miré a mi alrededor y pensé que todo estaba prácticamente listo, tal vez me faltaba una cobija o mi almohada o de pronto unas botas o el reproductor de Blu-ray, de pronto ese podía dejarlo, pero el tocadiscos jamás, el tocadiscos, miércoles me faltaba  alistar mis viejos vinilos, están en el tercer piso, tendría que subir otra caja.

Subí despacio de nuevo solo para encontrarme todos esos espacios vacíos que estaba dejando a todo lo largo de la casa. Unos espacios que sabía que ni siquiera el contenido de la caja podrían llenar.

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