sábado, 28 de marzo de 2020

LA CAJA (Capítulo 7: Un diálogo triste)


-Así que aquí es donde estabas escondido- dijo Julia al tiempo que se puso las manos en la parte de atrás de la cintura tomando aire, tras subir los tres pisos de la casa.

-No me escondo- le dije- solo estaba buscando algo y de pronto me encontré con la caja de Suzanna.

-Claro, la memoria de Suzanna. Solo eso nos faltaba.

-No es mi culpa, me la encontré de casualidad, ni la estaba buscando; eso no tiene nada que ver con nuestra situación actual.

-Por el contrario, ¡yo diría que tiene todo que ver! Es más, yo pienso que toda tu vida ha gravitado alrededor de ella, de su recuerdo; jamás la superaste.

-Julia -le dije- sabes que no es cierto. Te he amado todos estos años honestamente y mi amor fue sincero. Pero ya no más. No es mi culpa exclusivamente, como tú siempre pretendes endilgármela. No vamos a volver una vez más a lo mismo. Lo lamento, lo siento en el alma, pero el amor simplemente se ha terminado.

-Lindo discurso-contestó- sin embargo ¡yo no he terminado! -su rostro fue tornándose rojo mientras su tono se hacía cada vez más colérico- No te voy a hacer la vida fácil, ¡no pienso perdonarte! ¡Toda tu vida ha sido un completo engaño! Tú nunca me quisiste como yo te quise a ti.
Su tono de voz fue subiendo mientras caminaba de un lado a otro y la rabia se evidenciaba en cada uno de sus gestos.

-Por favor cálmate -le dije bajando la cabeza- no deseo argumentar contigo. Ya hemos pasado por esta conversación muchas veces. Dios sabe que ambos lo intentamos hasta el cansancio, pero por favor si llegamos a discutir una vez más voy a empezar a detestarte.

-No te preocupes, ¡soy yo la que ya te odia! -me gritó completamente fuera de sí- Porque soy yo la que se ha sacrificado todos estos años y tú no me has respetado; te has burlado de mí y de mis hijas. Y sospecho que has salido a escondidas con otras mujeres y has estado gastando dinero a mis espaldas, ¡seguramente con esas desvergonzadas! Sin embargo, debo advertirte una cosa: ¡Voy a vender muy cara nuestra separación!

-Las cosas no son así -intenté replicar, más deprimido que convencido de lograr cambiar su opinión.

- ¡Claro que las cosas son así! -me espetó- ¡Y siempre lo han sido! Tardé años en abrir los ojos, pero ya no vas a engañarme nunca más. Y que no te tome tanto tiempo terminar de recoger tu basura, necesito que te largues de mi casa ¡y por todos los cielos, supera de una maldita vez el tema de Suzanna!

Antes que yo pudiera hacer algo, ella pateó el conjunto de cosas apelmazadas en el rincón; una cantidad de papeles, documentos viejos, fotos desordenadas y claro, la caja, salieron volando hacia el techo. Como en un efecto de cámara lenta, vi todos esos objetos cayendo como la lluvia, con la luz de la mañana sabanera cruzando la habitación y formando sombras asombrosas; sin embargo, no había allí ningún arco iris para alegrar mi alma con la esperanza de una promesa de alivio.

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