-Así que aquí es donde estabas escondido- dijo Julia al
tiempo que se puso las manos en la parte de atrás de la cintura tomando aire,
tras subir los tres pisos de la casa.
-No me escondo- le dije- solo estaba buscando algo y de
pronto me encontré con la caja de Suzanna.
-Claro, la memoria de Suzanna. Solo eso nos faltaba.
-No es mi culpa, me la encontré de casualidad, ni la estaba
buscando; eso no tiene nada que ver con nuestra situación actual.
-Por el contrario, ¡yo diría que tiene todo que ver! Es
más, yo pienso que toda tu vida ha gravitado alrededor de ella, de su recuerdo;
jamás la superaste.
-Julia -le dije- sabes que no es cierto. Te he amado todos
estos años honestamente y mi amor fue sincero. Pero ya no más. No es mi culpa
exclusivamente, como tú siempre pretendes endilgármela. No vamos a volver una
vez más a lo mismo. Lo lamento, lo siento en el alma, pero el amor simplemente
se ha terminado.
-Lindo discurso-contestó- sin embargo ¡yo no he terminado!
-su rostro fue tornándose rojo mientras su tono se hacía cada vez más colérico-
No te voy a hacer la vida fácil, ¡no pienso perdonarte! ¡Toda tu vida ha sido
un completo engaño! Tú nunca me quisiste como yo te quise a ti.
Su tono de voz fue subiendo mientras caminaba de un lado a
otro y la rabia se evidenciaba en cada uno de sus gestos.
-Por favor cálmate -le dije bajando la cabeza- no deseo argumentar
contigo. Ya hemos pasado por esta conversación muchas veces. Dios sabe que
ambos lo intentamos hasta el cansancio, pero por favor si llegamos a discutir
una vez más voy a empezar a detestarte.
-No te preocupes, ¡soy yo la que ya te odia! -me gritó
completamente fuera de sí- Porque soy yo la que se ha sacrificado todos estos
años y tú no me has respetado; te has burlado de mí y de mis hijas. Y sospecho
que has salido a escondidas con otras mujeres y has estado gastando dinero a
mis espaldas, ¡seguramente con esas desvergonzadas! Sin embargo, debo
advertirte una cosa: ¡Voy a vender muy cara nuestra separación!
-Las cosas no son así -intenté replicar, más deprimido que
convencido de lograr cambiar su opinión.
- ¡Claro que las cosas son así! -me espetó- ¡Y siempre lo
han sido! Tardé años en abrir los ojos, pero ya no vas a engañarme nunca más. Y
que no te tome tanto tiempo terminar de recoger tu basura, necesito que te
largues de mi casa ¡y por todos los cielos, supera de una maldita vez el tema
de Suzanna!
Antes que yo pudiera hacer
algo, ella pateó el conjunto de cosas apelmazadas en el rincón; una cantidad de
papeles, documentos viejos, fotos desordenadas y claro, la caja, salieron
volando hacia el techo. Como en un efecto de cámara lenta, vi todos esos
objetos cayendo como la lluvia, con la luz de la mañana sabanera cruzando la
habitación y formando sombras asombrosas; sin embargo, no había allí ningún
arco iris para alegrar mi alma con la esperanza de una promesa de alivio.
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